El surrealismo en la moda

La mayoría de los movimientos literarios surgen como reacción a algo. Después de la Segunda Guerra Mundial floreció en Estados Unidos un grupo muy numeroso de jóvenes, conocidos como los beatniks, que ansiaban salirse de los cánones conservadores que habían marcado el adocenamiento de sus padres. Los líderes del movimiento fueron escritores rebeldes como Jack Kerouac, Gregory Corso, Lawrence Ferlinguetti, Alan Ginsberg, William Borroughs, Gary Snider, y también mujeres escritoras como Brenda Frazer o Ruth Weiss.

Los beatniks, partidarios del sexo libre, la filosofía oriental y el consumo de drogas, no daban excesiva importancia a la ropa, que solía ser cómoda y desaliñada. Era habitual verles vestir de negro, con jerséis de cuello alto y pantalones de pitillo; y en el caso de las mujeres vestían unas veces como los hombres y otras llevaban vestidos y complementos de tipo oriental.

El surrealismo en Europa

En Europa surgiría otro movimiento artístico de importancia, si bien este es anterior al de los beatnks: el surrealismo, que cristalizó en 1920 a partir del manifiesto publicado por André Bretón. Influenciado por el dadaísmo, los surrealistas, desencantados con la realidad, trabajaron en pos de una realidad paralela, una surrealidad. Su objetivo era conectar la conciencia y la inconsciencia.  La guerra al mundo racional a favor de propuestas oníricas y fantasiosas tuvo bastante éxito durante al menos dos décadas, si bien su impronta –liderada por artistas como el citado André Breton y otros como Louis Aragon, Paul Éluard, René Crevel….– nunca ha dejado de estar presente.

El surrealismo, como no podría ser de otra manera, también afectó al mundo de la moda.

Moda y surrealismo

Surrealismo (Basic Art)
  • Klingsöhr-Leroy, Cathrin (Autor)

El surrealismo dejó su impronta en la moda. En los años 30 la diseñadora italiana Elsa Schiaparelli (1890-1973), amiga de Man Ray, Marcel Duchamp y Salvador Dalí, ya incorporaba motivos surrealistas a sus creaciones. A modo de ejemplo, confeccionó un traje con jirones y rotos en trampantojo que hacía juego –por así decirlo– con un sombrero que tenía forma de zapato. Schiaparelli, que se casó vestida de negro, creó en 1937 un vestido de seda blanco con una langosta estampada, recreación de un cuadro de Dalí. Y en colaboración con Jean Cocteau confeccionó un abrigo con dos caras de perfil, las narices casi tocándose.

Era una época fantasiosa, onírica, disparatada, a la que Schiaparelli, que había sido denostada por Coco Chanel (dijo despectivamente de ella «esa artista que hace modelos»), le sacó mucho partido. Influyeron en ella –o al menos complementaron su arte– muchos artistas de la época: aparte de los ya citados, también estaban Bebé Bérard, Cecil Beaton, Vertés, etcétera.

El objetivo era desafiar a la cruda realidad, que para estos creadores ya no daba más de sí. Era el París de los años 30, el París de los bailes surrealistas, el de la innovación sin límites, el del desenfreno.

Los editores de publicaciones como Vogue o Harper´s Bazaar estuvieron diligentes y a finales de los años 30 encargaron sesiones fotográficas de índole surrealista para sus portadas.

Diseñadores de moda que echaron mano del surrealismo

«Con el surrealismo no hay límites para la creatividad. Te libera de tus miedos siguiendo y representado la parte más íntima de ti, siguiendo tus sueños. Te abre al descubrimiento de nuevas realidades. Mundos donde la palabra ‘lógica’ no existe. Es la expresión más elevada del espíritu”.

Delfina Delettrez, joyera

Más próximo en el tiempo, Yves Saint Laurent creó en 1971 una colección en la que insertaba labios surrealistas a partir de lentejuelas. Los almacenes Selfridge´s (Inglaterra) montaron, bajo la dirección de John Galliano y Moschino, unos escaparates de lo más surrealistas. En 2009, el citado Moschino y Viktor & Rolf se inspiraron en cuadros del surrealismo para sus colecciones.

También Dolce & Gabbana bebieron del surrealismo, llegando a convertir guantes en bufandas y tocados. Y Marc Jacobs, que no quería quedarse atrás, diseñó zapatos con tacón horizontal.

Hemos visto de todo, por ejemplo, chaquetas con una imagen de un espejo roto o botones en forma de escarabajo, por citar solo algunos ejemplos.

O sea que en mayor o en menor medida, el surrealismo sigue marcando su impronta en la moda y por supuesto en la literatura. Huir de la realidad es una constante en las necesidades del ser humano, y eso se refleja forzosamente en las propuestas más creativas.

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